“Siglo XXI, también cambalache, también problemático y febril, aquí en el siglo XXI también el que no llora no mama y el que no mama es un gil”
Hace unos cuantos años ya, después de unos episodios de Twin Peaks empece a leer sobre doppelgänger, esa búsqueda me llevó al concepto tulpa, que no es lo mismo, aunque tiene similitudes. En mi curiosidad infinita y amor por el cine termine el recorrido viendo una película del maravilloso James Stewart, “el invisible Harvey”. Y claro, qué tiene que ver todo esto, bien, vayamos de a poco mientras lo ordeno en mi cabeza y acomodo unos papeles.
El doppelgänger es una palabra alemana, que se ha utilizado en diferentes ficciones a fin de expresar otro que me es ajeno pero que es yo mismo o también como el doble malvado, ya sea de un gemelo o no. En general se lo relaciona con una persona que es prácticamente idéntica a mí, pero no compartimos lazo de ningún tipo.
Para introducir un término más, a fin de desasnar diferencias, en el caso del alter ego la cosa cambia, porque es una representación en la que nos significamos identitariamente, podría ser más como una personalidad alternativa, o por ejemplo, un personaje podría ser el alter ego de un autor que lo narra. El doppelgänger no, es una figura que nada tiene que ver con uno, es un ajeno pero que se parece mucho en su aspecto físico.
Y entonces, por qué fui de doppelgänger a Tulpa. Bien, porque el parentesco reside en que ambos son producto del Detective Copper de David Lynch. El doppelgänger representa el desdoblamiento en el cual se harán carne los lados viles y maliciosos de Copper, mientras que las tulpas, que aparecen entre cortinados rojos son casi seres mitológicos con los que puede entablar diálogos que lo ayudan a salir del laberinto que le ha significado resolver el misterio de la desaparición de Laura Palmer.
En la nueva era donde todo lo hacemos a través de internet y las redes, nuestra identidad ha sufrido cambios bruscos. Si Freud estuviese vivo no tardaría en mencionar esta una nueva herida narcisista de la humanidad, “la herida digital” en donde el YO humano pasa a ser menos relevante que YO tecnológico. La constitución de una personalidad digital está a la orden del día, cada vez que nos loguemos en una nueva red social, o en cualquier sitio web, debemos recortarnos para informar cuáles son los caracteres de nuestra personalidad que si queremos que sean vistos allí. Y yo creo que allí es donde ocurre el fenómeno ocultista, la ficción gótica de nuestra propia existencia, donde nos vemos desdoblados a fin de ser y parecer en un ámbito nuevo, donde los otros son avatares y donde nosotros mismos no nos reconocemos del todo allí. Es este oxímoron sobre lo inmediato, mi proximidad con el otro lo hace tangible, puedo empatizar, en cambio en las redes, la inmediatez está dada por lo ágil, lo rápido y lo ajeno. Hay una inmediatez, pero de otredad. Somos nuestro propio Frankenstein, creados en la luz resplandeciente de una pc o un celular. Estos objetos mágicos que nos conectan con el mundo y un sin fin de información al mismo tiempo nos extraen nuestra información sensible nuestra y nos exigen un feed back de emociones, nos sobre exponemos en redes, cuando no lo haríamos en lo tangible, porque hay una falsa sensación de seguridad tras las pantallas.
En la serie “Adolescencia” el padre se reprocha a si mismo porque creyendo que el hijo iba a estar más seguro en su habitación que en la calle no contó con la presencia de un agente que lo convertiría en monstruo, el acceso a las redes y el bajo mundo de los grupos de incels.
Hace unos años, más precisamente cinco, durante la pandemia, se me dió por investigar sobre un caso sin precedentes, el comicgate, este fenómeno en EEUU surgió de parte de grupos de varones blancos, heterosexuales que se sentían amenazados por la presencia de mujeres y disidencias en el mundo comics. Realizaban escraches y actos violentos contra mujeres, negros y cualquier persona del colectivo LGBT y si bien este mundo está emparentado con gamers, incels, etc, lo que no sorprendió entonces y no sorprende ahora es que todos ellos fueron nucleados bajo las consignas de los ALL RIGTH.
Y a qué nos conduce todo esto, cuando las personalidades todavía no han conseguido las herramientas que les brinden anclas a la realidad, a lo concreto, lo más esperable es que en este desdoblamiento yoico lo propio se desvincule. El mundo real pasa a ser el mundo digital, lo que importa es esa imagen, la construcción de esa imagen, alimentar esa imagen.
Incluso vemos nuevas generaciones que ya no conocen las modalidades de trabajo del asalariado del siglo XX, como desarrolla bien Ofelia Fernández en un mini documental que está muy bien retratado este nuevo sujeto que surge de las problemáticas de la precarización, las tecnologías presentes y un capitalismo incapaz de incluirnos a todos bajo el trabajo formal.
A lo largo de estas últimas décadas no hemos parado de ver la presencia de los trolls, los sujetos que hostigan a través, sobre todo de la red social X, en general a mujeres, con el mismo propósito que cualquier hostigamiento a mujeres tiene, el disciplinamiento, el posterior silencio o postergación de esa opinión en lo público. Esta deshumanización, crueldad, falta de empatía, surge, en parte, por el mero hecho de este desdoblamiento del yo, mi yo de redes puede ser abusivo, inclemente, aberrante, no me importa, nadie vendrá a juzgarme o a darme una lección de moralidad a menos que yo quiera leerla.
La réplica de la crueldad en redes parte de un estereotipo yankee, el chad, soy un capo porque no tengo ningún prurito en juzgar, amenazar, hacerme el guapo, posicionarme por encima del resto a mérito de nada. Increpo, soy hostil, otro me responde, otro me sigue, se genera comunidad, comunidad digital, de identidades digitales, en las que todos somos estereotipos de chad, de chad de redes, de desdoblamientos de personas que quizá son tímidas, o retraídas, o no han contado con herramientas sociales.
La contra-pedagogía de la crueldad llegó para quedarse, esta terminología que Rita Segato utiliza para la injusta reproducción de prácticas de segregación, desigualdad social, racial, de género y clase encontró su vertedero más fuerte en las redes.
Y para ir cerrando, solo como mención, el uso de las tecnologías, no regulada ante ningún estamento, promovió las discursivas anticiencias, lo cual no solo es violento, ya que promueve la desinformación, la desactualización, y como mencionaba, el oscurantismo, la vuelta al pensamiento mágico, los antivacunas, los terraplanistas, el mundo New Age, nos encuentra a santos y pecadores imbuidos en una rueda desafortunada en donde encontrar el acierto es poco cómodo, el camino pedregoso hacia la sabiduría pareciera cada vez más vedado y furibundo.
Quedará en nosotros desarrollar un sistema de prácticas y construcciones que vuelvan a humanizar, en valores y códigos a las nuevas sociedades desdobladas entre lo virtual y lo no virtual. Quedará en los adultos, que constituimos nuestra identidad frente a otros desafíos, contener, sostener y educar a los que nos preceden, de ello dependerá que tengamos un futuro de alter egos, dopplegänger o tulpas en una realidad distopíca, con tintes de ficción gótica oscurantista.
Georgiana SaintClaire
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